sábado, 11 de septiembre de 2010

Debilidad

- ¿¡En que pensabas!? Mi hija… un… un… ¿cómo has podido obligarla a hacer algo así? Partir su alma… eres…

- Basta ya Stella. Ella es fuerte, se recuperará.

Eleonor llevaba 9 días en cama. No estaba enferma, pero era lo que se había dicho a la luz pública. La chica no se movía de su habitación. De hecho casi no hablaba y solo se quedaba ahí, mirando la nada.

- Si mañana no se recupera la llevaré a San Mungo…

- ¡No! – Resonó fuertemente la voz de Carlo en el salón

¡Crac! Un Elfo doméstico había aparecido

- Disculpe Amo. La Señorita Eleonor tiene visitas

- La niña no está en condiciones elfo estúpido – Dijo Stella – diles amablemente que se retiren.

- Hazlas pasar Pholo. Yo las he invitado

¡Crac!

Stella fulminó con la mirada a su marido.

- No me gusta lo que veo en Eleonor ahora, Carlo.

- ¿Qué es lo que ves, querida?

- Te veo a ti.

Carlo hizo una mueca. Sonrió a su mujer, se acercó, le robó un beso y salió del salón.

Unas chicas del curso de Eleonor entraron a su habitación, cargadas de libros, partituras y flores.

- Ele, supimos que estabas enferma y tu padre nos ha dejado venir a verte

- Si, además te hemos extrañado bastante. Las clases de canto no son iguales. La estúpida de Adela se ha confundido las letras de las obras y ha dejado el caos en el ensayo. Se puso a llorar. Ya sabes como es - Dijo una de las jóvenes mientras ponía los ojos en blanco

- Han preguntado por ti… Blut.

Eleonor por primera vez ponía atención. Miró a Gianella con interés.

- ¿Ah si? ¿Que ha dicho? – Preguntó con falsa apatía, mientras se acomodaba en la cama

- Pues… bueno, como tenemos clases de canto con los de séptimo y tú no has ido se me acercó y me preguntó:

- ¿Dónde está Eleonor?

- Enferma – Contesté yo

- Hmmm…

- Iremos a verla esta semana - Volví a decir

- Hmmm… envíale mis saludos – Me contestó como molesto, se dio la media vuelta y se fue.


- Ese chico es extraño – Dijo una muchacha de lentes – Aunque es muy guapo

- Vaya, por primera ves escucho a Antonella decir algo realista – comentó Gianella

Las chicas se echaron a reír. Eleonor también. Sus amigas eran lo que le hacía falta.

A la mañana siguiente se levantó animada y tranquila, aunque sus ojos mostraban algo que pocos serían capaces de entender. Se fue a Spetralle y se reincorporó a las clases. En su pecho ahora lucía un hermoso medallón redondo…pobre iluso quien se atreviera a tocarlo.

Alma

Aparecieron en la ladera de un antiguo pueblo. Eleonor caminó tras su padre, en su mente solo una cosa. Iacovo. Sabía que lo habían encontrado, estaba segura, aunque claro “él” no había dicho nada, solo la retiró de Spetralle avisando a los docentes que quizás se ausentaría unos días… ¿A qué venía eso?

Salieron del lugar y caminaron uno al lado del otro. Luego de unos minutos la vieron… la vampireza los esperaba.

- Llegan tarde – Dijo fastidiada

- Nosotros jamás llegamos tarde – Respondió Carlo

La chica puso los ojos en blanco.

- Bueno, bueno, como sea. Están dentro. - La rubia muchacha miró directamente a Eleonor a los ojos – Que lo disfruten – dijo sonriente, dejando ver sus colmillos y desapareciendo de la vista de los demás

- ¿Qué es lo que se cree esa mujer? – Bufó Eleonor

- En realidad no es una mujer… - Contestó Carlo - tampoco una niña. Fue transformada a los 17 años por… azares del destino. No se mucho de la Srta Kay… Tiene una ahijada que es metamorfomaga

- ¿Como Elizabeth?

- Si, justamente. He pensado que podría entrenarla – Dijo meditabundo – Hay algo importante de la vampireza que debes saber – Carlo miro a su hija con seriedad - jamás, jamás menciones o insultes a su maestro, puede llegar a perder el control por completo, entrando en frenesí. No le importará el apellido que tengas. En fin… a lo que vinimos cariño.

Frente a sus ojos estaba una vieja casa. Pequeña y miserable.

- Carlo, estamos listos – Dijo un hombre encapuchado que apareció de la nada

El padre de Eleonor asintió con la cabeza y entraron.

Todo fue muy rápido, los gritos, los llantos… la pelea. “Ele” vió como uno de los hijos de Iacovo huía de allí, por lo que ordenó a algunos hombres de su padre que lo siguieran y lo trajeran de vuelta. En menos de unos minutos todo estaba listo. La mujer de su tío estaba muerta en el suelo, junto a su hijo mayor. Vivos, solo Iacovo y un pequeño de 6 años.

- Eleonor, Tienes los honores – Le dijo su padre mientras apuntaba al niño

- Yo… pensé que…

- Claro, claro, pero después… primero quiero que sufra

- Padre…

- Nos estorba Eleonor

La chica miro al niño… esto no se lo esperaba, la verdad no estaba planeado así. En su mente quería lamentar lo que estaba a punto de hacer, pero no lo hizo. No pudo… no sabía como, jamás le habían enseñado a lamentar las cosas que hacía o pensaba.

- Ahora “El”, es el momento – Dijo Carlo mientras le entregaba un medallón redondo y de oro. En el centro tenía una hermosa gema morada, y por los costados lapiz lazuli con incrustaciones de la misma gema en forma de varias flores pequeñas. – Hazlo como te indiqué.

Observó al niño. Eleonor con la mirada fría y perdida pronunció:

- Avada kedavra.

El halo de luz verde inundó nuevamente la casa. La chica se concentró en el objeto y le dio la impresión de que todo a su alrededor había desaparecido. Sintió una fuerte presión en su sien y luego una punzada en el pecho que la ahogó. Cayó de rodillas al piso intentando respirar. Parecía que sus oídos se hubiesen destapado de golpe, porque recién en ese instante escuchó los gritos y llantos de Iacovo quien estaba luchando inútilmente.

Carlo se acercó y examinó con cuidado el collar.

- Se ha trizado la gema – Dijo sorprendido en un murmullo. Observó a su hija quien estaba notoriamente descompuesta. Se giró y plantó cara a Iacovo.

- Bueno, se acabó el jueguito “hermano”. Para que veas que soy un hombre compasivo te reuniré con tu familia de inmediato y el que huyó… no te preocupes, lo encontraré, igual como hice contigo.

El hombre miró a Carlo. Había dejado de luchar y su cara no mostraba nada más que dolor y desolación.

- Tu familia se hundirá – Fueron las últimas palabras que saldrían de su boca.

Eleonor levantó la mirada. Lo último que vio antes de caer inconciente fue una lágrima que rodó por la mejilla de aquel hombre destruido y un fuerte destello verde.

- ¿Dónde vas?

El chico que había salido por una de las ventanas se quedó de piedra.

- No me mates

La vampireza se acercó rápidamente, lo tomó por la chaqueta y lo lanzó fuertemente contra unos arbustos.

- ¿Dónde está? Acaba de salir, lo hemos visto. Dime Davies donde esta el chico

- Y yo que sé, acabo de llegar - Kay olisqueó el aire - Se fue hacia el sur. Va corriendo desesperado, pero lento… parece que cojea.

- Vaya… no sabía que podías determinar tantas cosas solo con oler el aire – comentó el encapuchado mas joven del lugar.

- Idiota – Dijo la vampireza entre dientes regalándole a los hombres la más falsa de sus sonrisas.

Cuando hubieron desaparecido de su rango de visión fue a buscar al chico quien estaba tirado en el piso atolondrado aún por el golpe. Sacó de su bolsillo un encendedor, chequeó la hora y se lo puso en la mano al niño.

- Lo que sea de ti ahora en adelante no me interesa

- ¿Por qué… me… ayudaste? - Dijo el muchacho torpemente

- Todos tienen derecho a una venganza

El niño abrió la boca para decir algo más, pero el objeto brilló y el, desapareció

- En unos años más esto será muy interesante - dijo Kay con una sonrisa infantil. Sacó un cigarrillo e hizo una mueca - Genial – Se dijo a sí misma molesta – Debo recordar no hacer mas trasladores con mis encendedores.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Memoria

La luz entraba por una de las largas ventanas del salón. Eleonor al piano, pensaba en las palabras que su padre le había escrito:

Cuando lo encontremos, te daré el honor de hacerlo

Todo había comenzado hacía muchos años atrás. Era un secreto a voces que la familia Monatti era seguidora de “cierto tipos de magia”, por ende frecuentaban diversas juntas y lugares. Todos en esa familia eran así… excepto uno. Iacovo Monatti era la inmundicia de la familia, pero no era por sus pensamientos pro-muggles, su deficiente habilidad mágica o musical, sino por sus actitudes y su gran bocota. Su madre intentaba a como de lugar que fuese y se comportara igual que su hermano mayor, Carlo, pero no había caso.

En las reuniones sociales era un verdadero Don Juan, pero jamás tomaba en serio a las muchachitas. Mantenía la compostura solo para no ver la cara de angustia de su madre. Una noche por dárselas de galán comenzó a pregonar a los cuatro vientos las “actividades secretas” de su familia, entregando datos confidenciales de sus identidades.

La familia se quebró.

Carlo, el padre de Eleonor estaba indignado con su hermano. Eso era traición y de las más bajas. Así comenzó la eterna disputa entre ellos, hasta que perdieron el control. Iacovo fue declarado enemigo numero uno de la familia Monatti y comenzó la cazería.

Iacovó huyó de Italia y durante mucho tiempo nada se había sabido de el, hasta unos meses. El padre de Eleonor había contratado a una vampireza de apellido Davies que había seguido su rastro hasta Alemania. Se había casado con una sangre sucia y tenía 3 hijos. Ahora su padre urdía un plan para poner fin al que en alguna lejana infancia había sido su hermano menor.

La chica salió de su ensoñación y reprimió un resoplido. Intentó seguir estudiando la partitura para la clase de mañana, pero no lograba pasar del compás 22. Frustrada, cerró la tapa de las teclas y se fue a su sala común a descansar.