domingo, 24 de octubre de 2010

Concierto

Un día después de que Eleonor concluyera su castigo, Blut se le había acercado en uno de los pasillos del castillo.

- Debemos seguir ensayando. Mismo lugar y hora. Desde hoy – Había dicho el chico sin siquiera mirarla a la cara.

Las prácticas eran tensas y las únicas palabras que salían de sus bocas además de las que estaban escritas en las partituras eran “Buenas tardes” y “Nos vemos mañana”… o por lo menos de parte de la chica. Esta situación molestó muchísimo a Eleonor por lo que se limitó a tratar a su “tutor” con la mas fría indiferencia, tal y como lo hacía el con ella. Y así pasaron las semanas

El Concierto de Navidad era en unos minutos. Todo había sido dispuesto para la ocasión en el lugar. Era el gran acontecimiento anual, donde se recibían grandes invitados del mundo mágico. La chica estaba nerviosa. Había tocado siempre, pero jamás había cantado en un evento tan importante. Cuando el Director del coro le había dicho que no solo cantaría junto a Blut en el concierto, sino que también tendría un solo (Al igual que el), se sorprendió gratamente. No podríamos decir lo mismo del chico, quien ese día se había acercado a ella al término del ensayo, la había mirado inexpresivamente y se había retirado del lugar.

Los miembros del coro y de la sinfónica tomaron las posiciones que correspondían y se abrió el telón. Eleonor y Blut entraron al escenario unos minutos después, cada uno por un costado diferente del escenario, siendo recibidos por los aplausos del público. Se saludaron con una reverencia y comenzó el concierto.

A Eleonor le preocupaba que por sus nervios fuese incapaz de alcanzar alguna tonalidad, o que se equivocara en algo, pero estaba tan mentalizada en demostrarle a su acompañante que ella podía ser mejor que el, que no cometió ningún error y hasta agregó trinos en su interpretación. Luego vino el turno del solo del chico y fue una interpretación magistral, que sacó lágrimas a los invitados.

La ovación de aplausos una vez terminada la presentación no se hizo esperar y ella se sintió muy conforme con lo que había hecho. El telón bajó y tras bambalinas, los músicos y los cantantes se felicitaban unos a otros. Eleonor tenía ganas de agradecer a Blut, pero cuando estuvo cerca de él simplemente le pasó de largo.


- Eleonor, mi Principessa


La voz de su padre resonó a sus espaldas. Allí estaba, con un hermoso ramo de rosas rojas y blancas. Junto a él, su madre. Se acercaron a ella y la abrazaron, felicitándola por tan impecable concierto.


- Haz sacado mi hermosa voz – Dijo Stella – Me enorgulleces

- Gracias madre

- Blut Zu Reiligen – Dijo Carlo – Muchacho, cuanto has crecido, me parece que fue ayer cuando tu padre te presentó a mi siendo apenas un bebe… Esta semana debería verme con Dimitri, tú entiendes.


El chico que se había acercado lentamente a la familia correspondía el saludo con cortesía.


- Sra Stella, sigue luciendo tan bella como siempre – Dijo el muchacho halagando a la mujer, mientras la saludaba educadamente con un beso en la mano. Carlo infló el pecho.

- ¿Qué te pareció la interpretación de mi Eleonor? – Preguntó el hombre

- Ciertamente me ha sorprendido – Contestó Blut quien esbozó por primera vez una sutil sonrisa, la cual era muy probablemente por caballerosidad obligada, dada la situación – Si me disculpan, mi madre debe andar buscándome

- ¡Oh! por favor Blut, envíale nuestros saludos a Calypso. Quizás un día de estos podrían ir a tomar el té, como en los viejos tiempos – Dijo Stella

- Le daré sus saludos y su invitación. Que tengan buenas noches – Dijo el chico despidiéndose con una reverencia.


Los tres integrantes de la Familia Monatti salieron del auditórium y se dirigieron a las chimeneas especialmente dispuestas para los invitados.


- Tu equipaje ya debe haber llegado Ele – Dijo Carlo mientras tomaba algo de polvos flu – Tus hermanas llegan en la mañana, asi que por lo menos hoy podrás dormir tranquila – Una sonrisita se formó en sus labios, pero la borró de inmediato al ver la cara de su mujer. A Stella no le gustaba como Carlo hacía diferencias entre sus hijas, aunque ella también las hacía, favoreciendo a las gemelas, pero por supuesto, jamás lo reconocía. Eleonor suspiro y sonrió abiertamente. Cuanto extrañaba a esas pequeñas endemoniadas, se quedarían horas hablando en su habitación sobre su primer año en Durmstrang.

Ojala se hayan portado bien estos meses, no quiero ni imaginar los castigos que recibirían - Pensó la chica. Limpiar instrumentos sin magia sería una completa estupidez en aquel instituto. No le constaba, pero la crueldad de las reprimendas era conocida en todo el mundo mágico.

Eleonor tomó los polvos flu y se dirigió a su hogar, la Mansión Monatti, donde podría descansar varios días y olvidarse de todo, incluso de Blut.

sábado, 23 de octubre de 2010

Infancia

Luego de una semana de limpieza agotadora Eleonor estaba recostada en su cama. La cajita de música que le habrían regalado a los 11 años luego de que fuese tatuada sonaba en el lugar. En sus manos jugaba con una rosa morada, sacada del jardín de su casa.

Despues del incómodo incidente con Blut no había vuelto a ver al chico, aunque si lo había oído... todos los días. En algún minuto pensó que él se abstendría de aparecer por el salón, pero no fué así. Simplemente la ignoró, como suele hacer.

Un suspiro se le escapó y frunció el ceño, le molestaba de sobremanera sentirse así... como... como si...

Olfateó la rosa y un claro recuerdo de su infancia llegó a su mente. Cerró los ojos

- ¿Donde está Eleonor? - Preguntó la mujer preocupada - No puede ser que otra vez esta niña no esté en la casa.

Ningún empleado o elfo de la casa supo responder. Comenzaron a buscarla por distintos lugares, pero no daban con ella. Carlo, su padre salió al jardín. Tenía una sospecha, pero no estaba seguro y sin embargo comprobó que estaba en lo cierto.

En el jardín trasero había una vieja escobera, descuidada y maltrecha. Allí vió unos zapatitos blancos. El se acercó silenciosamente.

- Tu madre está vuelta loca buscándote ¿Que haces Ele?

La niña salió con el pelo revuelto por completo, toda sucia, llena de tierra barro y hojas. Su vestido blanco ahora estaba café.

- Es que yo...

Carlo se acercó más y se metió entre los matorrales y vió un pequeño rosal blanco. Tenía un palito que afirmaba a la única rosa que había sobrevivido.

- ¿Que pretendías hija?
- Yo... quería cambiarle el color - Dijo mostrando su varita - Pero parece que cuando lo hago la debilito mas y mas.
- ¿Y que color querías darle?
- Morado

El tipo suspiró y le dió a su hija una pequeña sonrisa. Movió su varita y de inmediato la flor cambió de color

- ¿Te gusta así?

Ella sonrió

- Nunca había visto un rosal aqui en los jardines... nunca hemos plantado. ¿Tienes algo que ver?

La niña se puso roja y le explicó a asu padre con la cabeza cacha como era que se había robado unas semillas de por ahí y las había sembrado.

- Eso explica porque has desaparecido tantos días del ojo vigilante de tu madre. Me sorprender Eleonor y muy gratamente. Ahora vamos.

Salieron de allí y se encontraron con Stella que pegó un grito.

- ¿Pero que paso? ¡Estas toda sucia! - La tomó de un brazo y la llevó adentro mientras le repetía incansablemente que una señorita no debía jugar con tierra y un montón de cosas más.

Eleonor abrió los ojos. Su padre en aquella ocación le había prometido que cuidaría de su rosal y así lo hizo. Ahora el jardín de Los Monatti no solo ostentaba rosas moradas, sino tambien rojas, azules, negras, blancas, amarillas y damasco. Pero sus favoritas siempre serían esas. Por eso su padre siempre le enviaba a Spetralle un ramo. Probablemente una de las pocas muestras de cariño hacia ella.

La escobera aún existía, Carlo se había opuesto a que la derrumbaran y Eleonor pasó muchos años yendo allí a jugar, a veces se sentaba bajo un manzano y pasaba horas leyendo. Su madre nunca entendió porque ella prefería estar allí que en el hermoso y elegante jardín.

Hoy mas que nunca extrañaba su hogar y a las desordenadas de sus hermanas. En dos semanas más sería Navidad y podría irse a casa.

Castigo

No había sido insolente, ni irrespetuosa, pero salir del salón en pleno ensayo del coro le había valido de todas formas un castigo.

- No son esos los modales que yo esperaba Eleonor – Le había dicho el director del coro – Sé que te sentiste ofendida, pero comprenderás que Blut exige perfección en lo que hace, no por nada es el mejor corista del colegio. Eres buena, pero no excelente y claramente necesitarás más horas de ensayo. La disciplina es la disciplina. No vuelvas a salir del salón de esa forma, ignorándonos a todos, porque pasas a llevar mi autoridad.

El director había guardado silencio y la chica asintió con la cabeza gacha. “A veces debes aparentar humildad, para poder salir airoso de un problema, Ele…” Le había dicho su padre alguna vez. Pidió permiso para retirarse, pero el profesor se lo negó

- Una semana de castigo Srta Monatti, para que aprenda la lección. Esta vez tu apellido no te salvará. Limpiarás todos los instrumentos dados de baja que tenemos guardados en el cuarto del salón oval… sin magia.

Y ahí se encontraba ahora Eleonor por segunda vez ya en la semana, sin varita y con un balde lleno de una extraña crema para pulir. El lugar era muy estrecho y había cientos de instrumentos apilados unos sobre otros. En una semana no terminaría esto. No podía creer que la habían castigado por algo tan estúpido, nunca había sido castigada, ni siquiera en Durmstrang. Siempre había sido una alumna ejemplar.

Resopló y comenzó a pulir un trombón. La habían suspendido de todas las actividades académicas, por lo que apenas se despertaba debía ir allí. El alimento se lo llevaban los elfos. Mientras trabajaba escuchó en el salón una voz familiar. Se levantó con tal rapidez que no tuvo cuidado y chocó con un estante, haciendo que se cayeran todos los instrumentos sobre ella. Luego de unos minutos la puerta se abrió.

- ¿Eleonor?

Blut se hallaba de pie en el umbral. Ella se levantó intentando no perjudicar el glamour que generalmente la caracterizaba. No funcionó mucho, estaba completamente bañada en polvo.

- ¿Necesitas algo? – Contestó ella como si nada hubiera pasado. Se sacudió el vestido y una pequeña nube gris llenó el ambiente.

El chico puso una extraña cara, parecía que le causaba gracia lo que veía. Se acercó a ella y le puso suavemente la palma de la mano en un costado del rostro.

- Tienes sucio…

Con el dedo pulgar intentó limpiar a la chica. La miró a los ojos y ella en silencio correspondió la penetrante mirada de él. No dijeron nada por largos minutos. Casi como saliendo de una ensoñación el chico parpadeó y salió del cuartucho, dejando la puerta abierta.

Ensayos

Blut cantaba en el centro del salón mientras Eleonor lo observaba en silencio. Cada vez que quería hacer un aporte, él la interrumpía y daba acotaciones incomprensibles para ella. Cuando el chico se encontraba cantando “In diesen heillgen” cometió un error en la vocalización lo que produjo que no pudiera llegar a un tono bajo, haciendo que sin querer su voz sonara graciosa.

Eleonor no se pudo aguantar y se largó a reír. Trató de detenerse pero no pudo, se tapó la boca para disimular.

Blut alzó una ceja y (aunque ella no lo podía decir a ciencia cierta) parecía que había hecho una pequeña y fugar sonrisa.

Después de ese suceso, los ensayos habían sido menos tensos entre ellos dos, aunque mantenían la distancia y el frío respeto que se tenían el uno al otro. Bastante seguido él la retaba, consiguiendo que ella se frustrara, sin embargo mantenía siempre la compostura, o casi siempre.

Llevaban tres semanas de arduo ensayo y Eleonor aún tenía dificultades con algunas canciones, pese a esto Blut insistió en que era hora de presentarlas a los demás miembros del coro. Estando en plena interpretación la chica perdió el tono de la canción, haciendo que él, que estaba al piano, se detuviera en seco.

- Me parece que la Srta Monatti no es lo suficientemente buena para este coro – Dijo el chico fulminándola con la mirada.

Esas palabras le dolieron a Eleonor. Quiso odiarlo, pero no pudo. Con los ojos ligeramente humedecidos la chica se acercó al piano y depositó las partituras justo frente a el.

- Quizás tengas razón – Dijo suavemente y fue lo último que expresó antes de salir profundamente herida del salón oval.

Una vez fuera, caminó al patio interior de la institución. Se sentó en una banca y suspiró. Si hubiese sido cualquier otro no se sentiría así, estaba segura. Se restregó los ojos para evitar que sus lágrimas salieran. Un Monatti jamás llora.

Choque

Dentro de todo no le hacía ninguna gracia. Era cierto que Blut Zu Reinigen llamaba claramente su atención, pero tampoco era para tanto.

Ahora estaba obligada a verlo en horas extraescolares por el dúo que debían preparar para el Coro de Spettrale. Siendo este colegio un formador de músicos, se diría que participar en el coro no era gran cosa. Error. Solo lo mejor del colegio estaba allí y no era fácil entrar o mantenerse dentro, por lo que no pretendía desperdiciar esta oportunidad

Llegó al salón oval, abrió la puerta y no le sorprendió verlo ahí

- Llegas 2 minutos tarde – Dijo él sin voltear

- Asumo que como has llegado antes ya tienes trabajo avanzado ¿no?

Blut se giró y la miró directamente a los ojos. Probablemente esa mirada fría y penetrante, cargada de… ¿dureza? habría hecho huir a cualquiera, pero no a ella, quien le devolvió no solo la mirada sino que además tuvo la desfachatez de alzarle una ceja y mirarlo de pies a cabeza.

- ¿Te vas a quedar allí mirándome o hacemos lo que vinimos a hacer? – Contestó ella ignorando por completo al muchacho, mientras se acercaba al piano central.

Blut sin dejar de mirarla inexpresivamente tomó unas partituras de la mesa y se las entregó

- Son una selección de canciones escogidas por mi que creo vendrían bien al coro y a nosotros dos, considerando las tesituras de nuestras voces, aunque claro, no se si puedas con ellas…

Eleonor sonrió cortésmente, no tenía ganas de discutir.

Blut se sentó al piano y puso las partituras sobre el atril. Comenzó a tocar mientras sus dedos se deslizaban suavemente sobre las teclas. Eleonor tocaba piano desde pequeña, pero aún no lograba ese dominio. La voz del chico resonó en todo el salón, mientras ella leía su partitura sin decir nada. Una vez aprendida la melodía comenzaron a cantar juntos, una y otra vez, hasta que un sonido discorde y brutal sonó en el piano, poniendo fin a la interpretación.

- Lo estas haciendo mal. ¿Acaso no puedes leer un simple pentagrama? – Manifestó el chico

- Podría cantar mejor si tú no insistieras en apurar los tiempos de las notas – Dijo molesta

- ¿yo?...tu… - Pero no dijo nada más. Un extraño gruñido gutural salió de su garganta. Se levantó con elegancia y se dirigió a la puerta del salón. Se detuvo en seco y sin voltear dijo:

- Mañana a la misma hora y por favor… no seas mediocre y ensaya – Dicho esto se retiró del lugar.

Eleonor lo fulminó con la mirada. Estaba decidido… él definitivamente llamaba su atención. Su corazón latió con fuerza cuando lo vio salir del salón, mientras su cabeza tenía unas ganas irresistibles de cruciarlo.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Debilidad

- ¿¡En que pensabas!? Mi hija… un… un… ¿cómo has podido obligarla a hacer algo así? Partir su alma… eres…

- Basta ya Stella. Ella es fuerte, se recuperará.

Eleonor llevaba 9 días en cama. No estaba enferma, pero era lo que se había dicho a la luz pública. La chica no se movía de su habitación. De hecho casi no hablaba y solo se quedaba ahí, mirando la nada.

- Si mañana no se recupera la llevaré a San Mungo…

- ¡No! – Resonó fuertemente la voz de Carlo en el salón

¡Crac! Un Elfo doméstico había aparecido

- Disculpe Amo. La Señorita Eleonor tiene visitas

- La niña no está en condiciones elfo estúpido – Dijo Stella – diles amablemente que se retiren.

- Hazlas pasar Pholo. Yo las he invitado

¡Crac!

Stella fulminó con la mirada a su marido.

- No me gusta lo que veo en Eleonor ahora, Carlo.

- ¿Qué es lo que ves, querida?

- Te veo a ti.

Carlo hizo una mueca. Sonrió a su mujer, se acercó, le robó un beso y salió del salón.

Unas chicas del curso de Eleonor entraron a su habitación, cargadas de libros, partituras y flores.

- Ele, supimos que estabas enferma y tu padre nos ha dejado venir a verte

- Si, además te hemos extrañado bastante. Las clases de canto no son iguales. La estúpida de Adela se ha confundido las letras de las obras y ha dejado el caos en el ensayo. Se puso a llorar. Ya sabes como es - Dijo una de las jóvenes mientras ponía los ojos en blanco

- Han preguntado por ti… Blut.

Eleonor por primera vez ponía atención. Miró a Gianella con interés.

- ¿Ah si? ¿Que ha dicho? – Preguntó con falsa apatía, mientras se acomodaba en la cama

- Pues… bueno, como tenemos clases de canto con los de séptimo y tú no has ido se me acercó y me preguntó:

- ¿Dónde está Eleonor?

- Enferma – Contesté yo

- Hmmm…

- Iremos a verla esta semana - Volví a decir

- Hmmm… envíale mis saludos – Me contestó como molesto, se dio la media vuelta y se fue.


- Ese chico es extraño – Dijo una muchacha de lentes – Aunque es muy guapo

- Vaya, por primera ves escucho a Antonella decir algo realista – comentó Gianella

Las chicas se echaron a reír. Eleonor también. Sus amigas eran lo que le hacía falta.

A la mañana siguiente se levantó animada y tranquila, aunque sus ojos mostraban algo que pocos serían capaces de entender. Se fue a Spetralle y se reincorporó a las clases. En su pecho ahora lucía un hermoso medallón redondo…pobre iluso quien se atreviera a tocarlo.

Alma

Aparecieron en la ladera de un antiguo pueblo. Eleonor caminó tras su padre, en su mente solo una cosa. Iacovo. Sabía que lo habían encontrado, estaba segura, aunque claro “él” no había dicho nada, solo la retiró de Spetralle avisando a los docentes que quizás se ausentaría unos días… ¿A qué venía eso?

Salieron del lugar y caminaron uno al lado del otro. Luego de unos minutos la vieron… la vampireza los esperaba.

- Llegan tarde – Dijo fastidiada

- Nosotros jamás llegamos tarde – Respondió Carlo

La chica puso los ojos en blanco.

- Bueno, bueno, como sea. Están dentro. - La rubia muchacha miró directamente a Eleonor a los ojos – Que lo disfruten – dijo sonriente, dejando ver sus colmillos y desapareciendo de la vista de los demás

- ¿Qué es lo que se cree esa mujer? – Bufó Eleonor

- En realidad no es una mujer… - Contestó Carlo - tampoco una niña. Fue transformada a los 17 años por… azares del destino. No se mucho de la Srta Kay… Tiene una ahijada que es metamorfomaga

- ¿Como Elizabeth?

- Si, justamente. He pensado que podría entrenarla – Dijo meditabundo – Hay algo importante de la vampireza que debes saber – Carlo miro a su hija con seriedad - jamás, jamás menciones o insultes a su maestro, puede llegar a perder el control por completo, entrando en frenesí. No le importará el apellido que tengas. En fin… a lo que vinimos cariño.

Frente a sus ojos estaba una vieja casa. Pequeña y miserable.

- Carlo, estamos listos – Dijo un hombre encapuchado que apareció de la nada

El padre de Eleonor asintió con la cabeza y entraron.

Todo fue muy rápido, los gritos, los llantos… la pelea. “Ele” vió como uno de los hijos de Iacovo huía de allí, por lo que ordenó a algunos hombres de su padre que lo siguieran y lo trajeran de vuelta. En menos de unos minutos todo estaba listo. La mujer de su tío estaba muerta en el suelo, junto a su hijo mayor. Vivos, solo Iacovo y un pequeño de 6 años.

- Eleonor, Tienes los honores – Le dijo su padre mientras apuntaba al niño

- Yo… pensé que…

- Claro, claro, pero después… primero quiero que sufra

- Padre…

- Nos estorba Eleonor

La chica miro al niño… esto no se lo esperaba, la verdad no estaba planeado así. En su mente quería lamentar lo que estaba a punto de hacer, pero no lo hizo. No pudo… no sabía como, jamás le habían enseñado a lamentar las cosas que hacía o pensaba.

- Ahora “El”, es el momento – Dijo Carlo mientras le entregaba un medallón redondo y de oro. En el centro tenía una hermosa gema morada, y por los costados lapiz lazuli con incrustaciones de la misma gema en forma de varias flores pequeñas. – Hazlo como te indiqué.

Observó al niño. Eleonor con la mirada fría y perdida pronunció:

- Avada kedavra.

El halo de luz verde inundó nuevamente la casa. La chica se concentró en el objeto y le dio la impresión de que todo a su alrededor había desaparecido. Sintió una fuerte presión en su sien y luego una punzada en el pecho que la ahogó. Cayó de rodillas al piso intentando respirar. Parecía que sus oídos se hubiesen destapado de golpe, porque recién en ese instante escuchó los gritos y llantos de Iacovo quien estaba luchando inútilmente.

Carlo se acercó y examinó con cuidado el collar.

- Se ha trizado la gema – Dijo sorprendido en un murmullo. Observó a su hija quien estaba notoriamente descompuesta. Se giró y plantó cara a Iacovo.

- Bueno, se acabó el jueguito “hermano”. Para que veas que soy un hombre compasivo te reuniré con tu familia de inmediato y el que huyó… no te preocupes, lo encontraré, igual como hice contigo.

El hombre miró a Carlo. Había dejado de luchar y su cara no mostraba nada más que dolor y desolación.

- Tu familia se hundirá – Fueron las últimas palabras que saldrían de su boca.

Eleonor levantó la mirada. Lo último que vio antes de caer inconciente fue una lágrima que rodó por la mejilla de aquel hombre destruido y un fuerte destello verde.

- ¿Dónde vas?

El chico que había salido por una de las ventanas se quedó de piedra.

- No me mates

La vampireza se acercó rápidamente, lo tomó por la chaqueta y lo lanzó fuertemente contra unos arbustos.

- ¿Dónde está? Acaba de salir, lo hemos visto. Dime Davies donde esta el chico

- Y yo que sé, acabo de llegar - Kay olisqueó el aire - Se fue hacia el sur. Va corriendo desesperado, pero lento… parece que cojea.

- Vaya… no sabía que podías determinar tantas cosas solo con oler el aire – comentó el encapuchado mas joven del lugar.

- Idiota – Dijo la vampireza entre dientes regalándole a los hombres la más falsa de sus sonrisas.

Cuando hubieron desaparecido de su rango de visión fue a buscar al chico quien estaba tirado en el piso atolondrado aún por el golpe. Sacó de su bolsillo un encendedor, chequeó la hora y se lo puso en la mano al niño.

- Lo que sea de ti ahora en adelante no me interesa

- ¿Por qué… me… ayudaste? - Dijo el muchacho torpemente

- Todos tienen derecho a una venganza

El niño abrió la boca para decir algo más, pero el objeto brilló y el, desapareció

- En unos años más esto será muy interesante - dijo Kay con una sonrisa infantil. Sacó un cigarrillo e hizo una mueca - Genial – Se dijo a sí misma molesta – Debo recordar no hacer mas trasladores con mis encendedores.