Un día después de que Eleonor concluyera su castigo, Blut se le había acercado en uno de los pasillos del castillo.
- Debemos seguir ensayando. Mismo lugar y hora. Desde hoy – Había dicho el chico sin siquiera mirarla a la cara.
Las prácticas eran tensas y las únicas palabras que salían de sus bocas además de las que estaban escritas en las partituras eran “Buenas tardes” y “Nos vemos mañana”… o por lo menos de parte de la chica. Esta situación molestó muchísimo a Eleonor por lo que se limitó a tratar a su “tutor” con la mas fría indiferencia, tal y como lo hacía el con ella. Y así pasaron las semanas
El Concierto de Navidad era en unos minutos. Todo había sido dispuesto para la ocasión en el lugar. Era el gran acontecimiento anual, donde se recibían grandes invitados del mundo mágico. La chica estaba nerviosa. Había tocado siempre, pero jamás había cantado en un evento tan importante. Cuando el Director del coro le había dicho que no solo cantaría junto a Blut en el concierto, sino que también tendría un solo (Al igual que el), se sorprendió gratamente. No podríamos decir lo mismo del chico, quien ese día se había acercado a ella al término del ensayo, la había mirado inexpresivamente y se había retirado del lugar.
Los miembros del coro y de la sinfónica tomaron las posiciones que correspondían y se abrió el telón. Eleonor y Blut entraron al escenario unos minutos después, cada uno por un costado diferente del escenario, siendo recibidos por los aplausos del público. Se saludaron con una reverencia y comenzó el concierto.
A Eleonor le preocupaba que por sus nervios fuese incapaz de alcanzar alguna tonalidad, o que se equivocara en algo, pero estaba tan mentalizada en demostrarle a su acompañante que ella podía ser mejor que el, que no cometió ningún error y hasta agregó trinos en su interpretación. Luego vino el turno del solo del chico y fue una interpretación magistral, que sacó lágrimas a los invitados.
La ovación de aplausos una vez terminada la presentación no se hizo esperar y ella se sintió muy conforme con lo que había hecho. El telón bajó y tras bambalinas, los músicos y los cantantes se felicitaban unos a otros. Eleonor tenía ganas de agradecer a Blut, pero cuando estuvo cerca de él simplemente le pasó de largo.
- Eleonor, mi Principessa
La voz de su padre resonó a sus espaldas. Allí estaba, con un hermoso ramo de rosas rojas y blancas. Junto a él, su madre. Se acercaron a ella y la abrazaron, felicitándola por tan impecable concierto.
- Haz sacado mi hermosa voz – Dijo Stella – Me enorgulleces
- Gracias madre
- Blut Zu Reiligen – Dijo Carlo – Muchacho, cuanto has crecido, me parece que fue ayer cuando tu padre te presentó a mi siendo apenas un bebe… Esta semana debería verme con Dimitri, tú entiendes.
El chico que se había acercado lentamente a la familia correspondía el saludo con cortesía.
- Sra Stella, sigue luciendo tan bella como siempre – Dijo el muchacho halagando a la mujer, mientras la saludaba educadamente con un beso en la mano. Carlo infló el pecho.
- ¿Qué te pareció la interpretación de mi Eleonor? – Preguntó el hombre
- Ciertamente me ha sorprendido – Contestó Blut quien esbozó por primera vez una sutil sonrisa, la cual era muy probablemente por caballerosidad obligada, dada la situación – Si me disculpan, mi madre debe andar buscándome
- ¡Oh! por favor Blut, envíale nuestros saludos a Calypso. Quizás un día de estos podrían ir a tomar el té, como en los viejos tiempos – Dijo Stella
- Le daré sus saludos y su invitación. Que tengan buenas noches – Dijo el chico despidiéndose con una reverencia.
Los tres integrantes de la Familia Monatti salieron del auditórium y se dirigieron a las chimeneas especialmente dispuestas para los invitados.
- Tu equipaje ya debe haber llegado Ele – Dijo Carlo mientras tomaba algo de polvos flu – Tus hermanas llegan en la mañana, asi que por lo menos hoy podrás dormir tranquila – Una sonrisita se formó en sus labios, pero la borró de inmediato al ver la cara de su mujer. A Stella no le gustaba como Carlo hacía diferencias entre sus hijas, aunque ella también las hacía, favoreciendo a las gemelas, pero por supuesto, jamás lo reconocía. Eleonor suspiro y sonrió abiertamente. Cuanto extrañaba a esas pequeñas endemoniadas, se quedarían horas hablando en su habitación sobre su primer año en Durmstrang.
Ojala se hayan portado bien estos meses, no quiero ni imaginar los castigos que recibirían - Pensó la chica. Limpiar instrumentos sin magia sería una completa estupidez en aquel instituto. No le constaba, pero la crueldad de las reprimendas era conocida en todo el mundo mágico.
Eleonor tomó los polvos flu y se dirigió a su hogar, la Mansión Monatti, donde podría descansar varios días y olvidarse de todo, incluso de Blut.
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